jueves, 18 de noviembre de 2021

 

06·11·2021

34. La Coscolleta

“Aflora una perfecta armonía
cuando se besan el cielo y la mar,
sopla tú, viento, sopla sin guía
para atisbar a las aves danzar”

Velas y remos:

Al igual que no hay hielo templado ni lumbre gélida tampoco existe viento que logre hacer zozobrar al galeón de los Alazanes. Ni lo habrá.

Eolo, vigoroso rey de los vientos a quien Zeus dio poder y morada al principio de los tiempos en una isla del corazón del Mediterráneo y que incluso es capaz de rivalizar con el terrible dios del mar Poseidón, probó fortuna de nuevo esta semana para una vez más y a pesar del empeño demostrado salir derrotado en su propósito.
Según el mito alimentado durante largos siglos fue él mismo quien sintiéndose piadoso y justo enseñó a los navegantes el arte y uso del velamen para después desatar sobre ellos toda su fuerza invisible. Furia que necesita del espejo de las velas para poder mostrar con total virulencia su reconocida magnitud. Unas veces atiza favorable y otras, como se presagiaba en esta ocasión, no tanto.

Pero este navío no naufraga, ni tan siquiera se tambalea ni hace aguas por desmesurado que sea el temporal. Porque está fabricado con maderas nobles, de gran pureza, unas jóvenes y otras más envejecidas pero que combinan y se complementan a la perfección, como nosotros. Porque las velas que lo empujan son resistentes e inquebrantables, como nosotros. Porque las cuerdas, cabos y resto de aparejos lo mantiene resistente e invulnerable, como nosotros. Porque el timón siempre pone rumbo hacia aguas serenas, apacibles y bien colmadas de diversión y esparcimiento, como nosotros. Porque no hay diferencias entre oficiales y tropa, todos son capitanes y todos son grumetes, como nosotros. 

Hubo dudas, cierto es, pues el viernes a media tarde tan solo habíamos acudido a la oficina de reclutamiento cuatro marineros. ¿Temerosos ante la predicción de fuerte cierzo? No lo podía creer, de los Alazanes no. ¿Despiste, trabajo, falta de tiempo? Podía ser, pero más bien parecía broma o ganas de tomarme el... ¿el qué? Mejor dejémoslo en que parecía broma. Tranquilizaban las sabias palabras del Maestre Pascual y por fortuna su pronóstico se cumplió. En el puerto y a la hora de zarpar quince intrépidos y audaces desatalentados levamos ancla y partimos desde el muelle de la Fuente de los Incrédulos rumbo a La Coscolleta, lugar desconocido para la gran mayoría.

No tardó nada en hacer acto de presencia el enemigo invisible y ya desde el inicio se empleó a fondo en su intento de menguar y afligir nuestra fuerza y moral. No sorprendió a nadie. Ya en el cuaderno de bitácora venía reflejado la velocidad prevista con la que pretendía atormentarnos y que con el paso de las horas superaría con creces los 19 nudos (35 km/h).

Llegó la hora de plegar velas, arriar los botes y remar. Remar todos a una, como uno solo, al son que marcaba las melodías del recientemente fallecido Georgie Dann con su barbacoa, el bimbó, el veranito y demás. Por momentos el cierzo lograba disgregar la flota pero, como fervientes cumplidores de las sagradas leyes del mar, reagrupábamos cuantas veces eran necesarias hasta que los más rezagados arribaban para arroparse en la formación. Y lo hacían, vaya que si lo hacían, y además, y a pesar del sufrimiento padecido, canturreando y con una sonrisa de oreja a oreja como si hubieran ingerido alguna onza de más del legendario ron de los piratas, corsarios y bucaneros.

Lentamente, incluso quizás a la mitad de velocidad con la que hubiéramos navegado por esas aguas en un día apacible o con viento a favor, las millas fueron devoradas una a una, con tesón, entereza y perseverancia hasta vislumbrar en el horizonte el vestigio de edificación que coronaba la cima que debíamos conquistar. Y hasta ahí llegamos muy a pesar del cierzo. Ascendimos, con alguna dificultad por el cansancio acumulado y el pronunciado desnivel de la rampa, para contemplar el caserón en ruinas que desde lo alto del monte domina las extensas hectáreas de secano de Bardallur y que incluso estuvo habitado por dos familias en los años 40/50 del siglo pasado. Lamentable y desolador fue comprobar su estado actual que si no se ha desmoronado aún es por su recia y sólida construcción y no por los cuidados recibidos. Nulos e inexistentes, como en otros tantos y tantos lugares con los que tristemente nos topamos en las rutas.

Pero como las penas regadas con vino son menos penas y se ven de otra manera, el caballero del Guantelete de Yeso se sacó de la chistera una bota con el susodicho elixir para que unos paliaran el frío, otros saciaran su sed y algunos, como un servidor, ambas cosas. Y para engrandecer este momento tan dichoso y afortunado que mejor acompañamiento que el exquisito bizcocho con el que nos deleitó la Jefa. Impresionante. Si Jesucristo tardó tres días en resucitar a nosotros nos bastaron tres minutos.

Tocaba la hora del retorno y, al igual que Homero narró en la Odisea como Eolo entregó una bolsa de piel a Ulises y como sus hombres la destaparon para ver que había en su interior liberando así todos los vientos y desencadenando una tremenda tormenta, nosotros desplegamos la mesana, la latina y el resto de velas para con la complicidad del sometido y resignado cierzo alcanzar velocidades vertiginosas y trepidantes hasta arribar al puerto donde no tardamos en hallar una taberna en la que brindar, beber, picotear y dar rienda suelta a la lengua. 
 
Una vez más salimos airosos de la batalla. No somos la Armada Invencible, ni lo pretendemos, pero por mucho que se repita la historia no será un temporal ni la ira y la furia de los vientos frustrados y rencorosos los que nos hagan naufragar como sí les ocurrió a más de una treintena de navíos españoles frente a las costas de Irlanda entre mediados de septiembre y a lo largo de octubre de 1588 en su malogrado intento de retornar a nuestro país.

Crece nuestra historia, y en sus páginas nunca leerás: “Nos dimos por vencidos”.


(Este relato se lo quiero dedicar especialmente a nuestro querido David, quien parece que después de leer el anterior, basado en el viejo oeste, le ha picado la curiosidad y cabalgará las próximas semanas por las tierras de Ohio. 
Feliz viaje y estancia. Oouuuu yeahhh!!!)