martes, 22 de junio de 2021

12·06·2021

24. Ni un segundo perdido

“Ni un segundo perdido.
El tiempo es demasiado exiguo y preciado  
para dejarlo volar entre minucias y necedades.
Un segundo perdido,
es un paso menos en nuestro camino.”

“Memorias de la ironía”, Noss Equien Nikuando. 
(Donanfer Sanfort, 1965)

12 de Junio: el mismo día en el que en 1295 el Papa Bonifacio VII nombró a Jaime II rey de Cerdeña y Córcega, en el que en 1898 Filipinas declaró su independencia de España o en el que el Imperio romano celebraba el sexto día de ofrendas en honor de Vesta (diosa del hogar y símbolo de la fidelidad), los Alazanes partieron raudos al llamamiento de auxilio de la población de Rodén. Ni un segundo perdido en otros menesteres.

Se trataba de una minúscula aldea de escasa población marcada por las tragedias, asesinatos, incendios y epidemias además de otras desdichas, infortunios y fatalidades similares que ni cronistas, trovadores y juglares eran capaces de narrar. Quizás por ello los testimonios que aseguraban escuchar llantos y lamentos en los alrededores se multiplicaban creando un halo de inquietud, congoja y pavor.
 
Asesorados por sacerdotes, teólogos y eruditos partieron con la esperanza de ser portadores de la solución que disipara tal temor y canguelo. La cabalgada la iniciaron 15 valientes aunque en las proximidades de La Cartuja Lady Marina y su entrañable compañero de mil batallas Arthur regresaron por el Canal a la Villa. Al día siguiente les esperaba una hazaña que rozaría la heroicidad: la Jorgeada.

Entre las jornadas anteriores y la que nos ocupa habían recuperado a ilustres caballeros como Sir Miguel Lion tras su merecido descanso y quien organizó con esmero la anterior correría a la Ermita de Peramán, Javier M´Oskitt tras expiar sus pecados y redimirse de sus delitos, el Maestre Pascual ya sin efectos secundarios de la pócima mágica y Lady Marian Ligth: para la milicia era todo un lujo galopar junto a la Capitana Jefa y su templado paladín David Alado. No era habitual, sino más bien complicado, ver que ambos ensillaran sus cabalgaduras en la misma correría y que juntos brindaran su grata presencia y placentera compañía al resto de jinetes. Lo dicho: todo un lujo, azar o destino afortunado.

Repetían gloriosos guerreros como el oso de Ordesa Lord Joaquín quien agrandó su leyenda el domingo anterior en la subida a los miradores del Parque Natural, el hombre de armas Humberto con sus dotes innatas para el baile sincronizado, Sir Carmelo de quien se decía que tenía igual de peligro con las palabras que al galope, Sir Jesusel Ectrica con su potro dotado de una fuerza extra de origen desconocido. Y más, alguno más.

El que, como ejemplar y distinguido Caballero andante que era, antepuso las Leyes de Caballería a la cabalgada fue Louis Jim Eno acudiendo a la llamada de amparo y salvaguardia de su dama cacereña. Ni un segundo perdido en otros menesteres. Vamos, ni medio.

El camino hacia El Burgo y Fuentes de Ebro transcurrió sin incidencias reseñables y a trote ligero, reservando fuerzas y con tan sólo una parada para regar los hierbajos del margen del camino y ser pasto y pienso de los despreciables mosquitos que se lanzaban impetuosamente y hambrientos ante la visión de tal cantidad de carne fresca junta.

A partir de ahí el desnivel se iba elevando de forma constante y tendida con el benévolo sol conteniendo su cólera veraniega y con una suave brisa que los escoltaba haciendo más placentero el transitar por ese desierto estepario sin una sombra en la que parapetarse.

No tardaron en divisar el montículo coronado por lo que se asemejaba a una acrópolis griega pero de influencia islámica, mudéjar y gótica, en el que destacaban los restos del castillo y de la Iglesia de San Martín. El caserío estaba construido sin ladrillos, en piedra de yeso blanca y traslucida tipo alabastro parecida al mármol y que por ello desprendían ciertos reflejos que le daban una luminosidad peculiar. No era de extrañar que los edificios que resistían en pie en semejante paisaje fantasmagórico y espectral se hubieran convertido en el hogar de espíritus y almas en pena. 

No hay mejor manera de batallar contra el enemigo que con el buche lleno así que compartieron las hogazas de pan, el embutido variado, las cuñas de queso curado, los fastuosos chuletones, las verduras braseadas y los frutos secos, todo ello bien regado con vino del terreno. Puede que ese no fuera el menú pero soñar es gratis.

Y ahora sí, había llegado el momento del ritual ceremonioso con el que liberar a los atemorizados aldeanos del mal que pesaba sobre ellos. Dispuestos en dos hileras para abarcar más espacio y tras un breve ensayo comenzaron la solemne liturgia moviendo brazos y manos de forma acompasada y al ritmo marcado por las voces que la dirigían:
¡¡¡ En haut ... ... en bas ... ... á gauche ... ... á droit ... ... 
en haut, en bas, á gauche, á droit !!!

finalizando esta con un anárquico movimiento circular con el que terminar de espantar a las ánimas perversas.

Abandonaron el lugar con el sincero agradecimiento de los habitantes, los cuales estaban convencidos de que semejante danza daría los frutos deseados. Quizás la necesidad y la esperanza superaban a la razón. Los Alazanes no lo tenían tan claro, para nada, pero ya nadie les quitaría el ocurrente, cómico y festivo momento con el que habían gozado y disfrutado allí. Ni un segundo perdido, un paso más en el camino.

Durante la vuelta por el Canal la cuadrilla se dividió. Los más belicosos y batalladores espolearon a sus monturas para adiestrarlas en el noble arte de la guerra a caballo mientras el resto preferían un trote más llevadero y tolerable. A alguno que decía conocer bien su cuerpo, pero que como quedó demostrado no tanto como él creía, le vino de perlas este ritmo más liviano. Al final y ya en la taberna tuvo que admitir que no se puede cabalgar sin dar buena cuenta de las viandas y tragar agua cada cierto tiempo. Ya le quedó claro la ley de oro: comer sin hambre y beber sin sed. 
 
Aún tuvieron ocasión de cruzarse de nuevo con el fascinante personaje de cuerpo escombro desnudo que ya les impactó semanas antes en la ruta de Torrecilla- Pedregosa. Esta vez al menos portaba sus virtudes o miserias tapadas con un calzón enrollado sobre sí mismo a modo de tanga ibicenco artesano. Hubo quien pensó que podría tratarse de una señal de mal augurio y quien por el contrario prefirió creer que podría tratarse de un talismán de buenaventura, eso sí, algo cochambroso y doloroso para la vista.

Con el reagrupamiento en la taberna, los primeros jinetes en llegar se vieron en la solidaria obligación de engullir una segunda cerveza para poder brindar con el resto. El compañerismo rezuma por los poros en este tipo de situaciones, verdad?. Falto de memoria, rebosante de generosidad y agradecimiento o dueño de un corazón enorme Lord Miguel Lion volvió a invitar a las papas por su próximo cumpleaños. 

Y con la espuma aún pegada al bigote y los corceles descansados retornaron a sus respectivas chozas satisfechos y dichosos. Ni un segundo perdido, un ladrillo más en el muro de nuestra fortaleza.

“No mires el reloj, haz lo que él hace: sigue adelante.”


martes, 8 de junio de 2021

06·06·2021

23. Miradores del Parque Nacional de Ordesa

“Nunca te rindas,

a veces la última llave

es la que abre la puerta.”

Cuando todo confluye para que el destino sea halagüeño la fortuna le sonríe con certeza. Y bonanza, gozo y satisfacción es lo que nos deparó la ruta de este domingo por el Parque Nacional de Ordesa y sus impresionantes miradores.

Aceptaron el reto 17 osados entre invitados de lujo, como demostrarían posteriormente, y compañeros del Club. Algunos de ellos se entremezclaron sin apenas conocerse o habiendo coincidido en contadas ocasiones, pero en un día como este los nombres de los grupos quedan archivados y solo hay una piña: Btt Zaragoza.

Por fortuna la lozanía del más jovenzuelo elevaba la media de edad del resto porque el que ya no estaba calvo del todo como un servidor la naturaleza le pronosticaba un final similar. Los había con la frente ampliada por entradas prometedoras mientras otros contaban con una única salida de escaso pelo. Y el que aún podía presumir de melena al viento la portaba con orgullo pero adornada con matices y tonos blanquecinos. Eso sí, al contrario que con Sansón, el secreto de nuestra fortaleza no reside en el pelaje. Menos mal.

Lugar de quedada: el parking de Broto donde algún mosquito zumbón no dudó en vociferar a los cuatro vientos: “si Enrique no llega tarde, llega Fer, pero uno de los dos seguro”. Y claro, así fue y así se volvió a cumplir la sentencia y la reprochable costumbre. Aunque no fue del todo culpa mía de poco iba a servir tratar de excusarme esta vez así que apechugué con la ofensa con resignada naturalidad. Cría fama y... ... ...

Con las monturas prestas y dispuestas iniciamos la marcha en grupos perfectamente organizados. O igual no fue exactamente así, tengo lagunas mentales y secuelas por el mal de altura que debí padecer. De aperitivo y para ir calentando piernas, pulmones y corazón tuvimos que digerir un primer “puertecito” de una docena de kilómetros por buen asfalto y transitando entre el pulmón verde que nos rodeaba y nos insuflaba el oxígeno que buena falta nos haría más adelante.

Tras un reagrupamiento para dar cuenta de las primeras viandas y algunos para airear el ciruelillo afrontamos el descenso desde Fanlo con la intención de disfrutarlo al máximo. Como cambia la película cuando, con el fiel aliado de nuestro sobrepeso, nos dejamos caer a velocidades vertiginosas agradeciendo la inestimable colaboración de esos kilos forjados con tesón y constancia desde tiempos remotos y que por el contrario cuando la rueda delantera apunta al cielo cuestan tanto de arrastrar.

Poco dura la alegría en casa del pobre y lo que ascendiendo se prolonga hasta la eternidad cuesta abajo pasa en un suspiro. Prácticamente y sin tiempo de recuperar nos vimos en Nerín con la imagen del autobús coronando la primera cima. Para los noveles en esta lid aquello ya nos parecía una elevación destacable. Ignorante de mí, no tardaría mucho en darme cuenta que tan solo era una liviana gota de agua en ese mar de tierra y rocas que parecía no tener fin. Con los oídos receptivos acepté de buen grado los sabios consejos de los que ya habían realizado esta ruta, alguno de ellos incluso varias veces y por recorridos diferentes: “no apretes, ves a tu ritmo, ojo que queda mucho... ...”. Eso es digno de aplauso y agradecimiento. Lo de “reserva algo para el final” es otro cantar: ¿Reservar?¿reservar el qué?, pero si a media ascensión los pedales ya giraban solos, por propia inercia, al límite y bajo mínimos. No se puede reservar de donde no hay ni para gastar.

Si algo se aprende en este tipo de rutas es el papel fundamental que juega la cabeza y la mentalidad. Por eso cuando frente a mí observé a una chica en bici con vestimenta de paseo dominguero y a ritmo de Verano azul y que a pesar de esforzarme por alcanzarla la misión me resultaba imposible un negro nubarrón envolvió las escasas neuronas sanas que aún me quedan. Por fortuna para mi dignidad, aunque algo tarde, los compañeros me abrieron los ojos: su bicicleta era eléctrica!!! Por segunda vez, ignorante de mí.

La dureza y exigencia del camino fue dejando un rosario de héroes separados en pequeños grupetes o diseminados en solitario, con puntuales y breves reagrupamientos en recovecos donde comichear algo, estirar las piernas, aligerar lastre y tras cuatro palabras reiniciar la ascensión. La visión de las largas e interminables rampas se repetía una y otra vez, de las cuales esperábamos con delirio que la que se divisaba en el horizonte fuera la última pero al llegar a su final y girar, la escena se reiteraba y entre los ojos se clavaba otra similar. Para la tocada moral del novel esta situación no ayudaba mucho.

Mano de santo fue el agua que sudaba de entre las rocas formando un riachuelo y que tras refrescarme con ella se llevó buena parte de mis males. Hubo algún compañero que incluso llenó el botellín y a día de hoy no hemos recibido ningún parte médico por gastroenteritis, buena señal.

Por fin fuimos llegando al cruce del primer mirador, el más espectacular según comentaron después los que subieron por la senda hasta él. No todos, unos porque ya lo conocían de visitas anteriores, otros porque llegaron con molestias físicas o agotamiento y alguno porque solo con divisar la obligada caminata que le esperaba declinó la invitación. Por tercera vez, ignorante de mí. Y esta, imperdonable.

Mientras esperábamos sobre el manto verdoso que se postraba a nuestros pies para continuar la correría, y que bien lo hubieran deseado para sí Heidi y su abuelo, el frío montañés de los más de 2000 metros de altura nos aguijoneaba sin compasión ni piedad. Entre la paz y el sosiego del momento, pero castigado por la baja temperatura, surgió como una visión el recuerdo del jersey de ganchillo de la abuela con su bufanda, gorro y manoplas a juego así como los calzoncillos bien subidos muy por encima de la cintura para no coger frío en los riñones a costa de sellar herméticamente la rajadura de las posaderas. ¿A quien no se los han colocado así alguna vez?

Los otros miradores sí que contaron con la visita de toda la tropa. Necesitaría folios y folios para describir el regalo que me ofreció la naturaleza desde ahí. Cuanto pudiera contar parecería poco. Hay que ir, saborear el momento y deleitarse con el lugar. No hay más.

Cortos también quedaron los avisos sobre la dificultad del descenso hasta el río Ara. Doce kilómetros de camino roto, pedregoso, martirizante y torturador que te va martilleando constantemente a ritmo de redoble de tambor, anestesiando pies y manos y engarrotando los dedos fijos e insensibles en las manetas de freno. Frenos que también padecieron lo suyo y que alguno desprendía una fragancia peculiar a tostadora vieja o sartén chamuscada. Con prudencia y sin incidentes nos fuimos reuniendo sobre el puente con la melodía de fondo del río y las notas de su danza sobre la rocas.

Lo peor ya había pasado, o casi todo. Faltaba la puntilla, la emboscada final. Mala sombra quien ideó semejante repecho para salir a la carretera. O estaba aburrido, tenía pocas luces o la diseñó como bien le vino y pudo. Lo verdaderamente decepcionante fue no tener un móvil a mano y poder plasmar para regocijo posterior y hasta la eternidad la imagen de ese puñetero mosquito, que había empezado la jornada con burla hacia mi, subiendo el rampón... ... andando!!! Se libró, cagüen tot.

Y hasta Broto como balas. Tras acondicionar las bicicletas en los respectivos coches se dio una de las imágenes del día cuando, ofreciendo y compartiendo comida, unos de pie y otros sentados en el suelo formando corros, más que un grupo de adultos que acababan de realizar una ruta ciclera parecíamos un grupo de Boys Scouts al final de una acampada o excursión por el campo. Tan solo faltó la guitarra y las típicas canciones pegadizas.

Despedidas, abrazos imaginarios y choques de puños para finalizar una jornada brillante y genial.

Si ayer me dices de repetir la ruta lo hubiera dudado y mucho. Pero hoy en frío, descansado, repuesto, y con el frasco de alcohol de romero vacío te digo que por supuesto que sí. Pero hoy no... ... ... (Ahí os la dejo botando).

 “Fija tus ojos hacia delante

en lo que puedes hacer,

no hacia atrás

en lo que no puedes cambiar”

 Mi felicitación y reconocimiento a todos los compañeros que lograron hacer de este un día inolvidable y el agradecimiento especial a Paco, una vez más y de corazón, por sacar adelante y de forma impecable cuanto nos propone.

Mil gracias a todos por todo. 


jueves, 3 de junio de 2021

 

29·05·2021

22. Mañana estaré triste, hoy no.

El 28 de Mayo de 722 tuvo lugar la Batalla de Covadonga en un paraje próximo a Cangas de Onís, uno de los accesos a los Picos de Europa en la Cordillera Cantábrica más impresionantes y bellos. Una cruenta escaramuza que enfrentó a las tropas musulmanas y a las del levantamiento astur-godo encabezado por Pelayo. Para unos supone el nacimiento del Reino de Asturias y la primera derrota del Islam en Hispania mientras que para algún cronista musulmán tan solo fue una retirada de la montañas astures pues allí no había más que treinta asnos salvajes que poco daño podían causarles.

Mito o realidad, historia o leyenda nuestros alazanes decidieron en esta jornada tan próxima al aniversario de la batalla rendir homenaje a los bravos batalladores que defendieron su tierra con coraje y honor.

Para ello el Mariscal de Campo Gocha, haciendo uso de sus consabidas dotes y aptitudes en cartografía militar, acondicionó una ruta exigente desde sus inicios en el Campo de tiro donde arqueros y ballesteros entrenaban con persistencia su puntería. A partir de ese punto de partida planificó la correría para cabalgar por el camino de la Estepa, el de Valdelareina, zona de Valdepino, pista de Torrecilla a Mediana, vértice geodésico Pedregosa, barranco de Valdevarés, Parque eólico Arias y vuelta a la Villa por el Canal. 

La tropa reclutada en esta ocasión era menor que en otras correrías por causas dispares pero a su vez justificadas y disculpables:

Los caballeros  Miguel Lion y Pac O´Ines, quienes con la licencia y autorización pertinente se desplazaron a las costas mediterráneas a explorar nuevos territorios y a disfrutar de una merecida tregua y descanso a orilla del mar, sobre la arena de la playa y bajo el amparo del rey Sol.

El Maestro Pascual, quien recibió del druida venido de una indomable aldea de la Galia cuyo morador más famoso era un tal Asterix, una dosis de su célebre poción mágica. Tal fue su inquietud y temor hacia el poder del brebaje que con buen tino optó por permanecer en su choza y no humillar en la ruta al resto de jinetes.

El indomable Javier M´Oskitt, a quien los trabajos forzosos a los que fue sometido como condena, de vete tú a saber que delito había cometido, le pasaron factura. De que magnitud sería la pena y el castigo así como la tortura y el suplicio infligido que fue capaz de privar a este travieso rebelde de su pasión por galopar sin cadenas por nuestros montes.

El hombre sin frío Louis Jim Eno, quien ante amenazas externas tuvo la necesidad de viajar hacia su añorada tierra soriana para fortalecer las murallas de su castillo, reforzar sus defensas y robustecer pilares y bóvedas. Seguro que no volvería de vacío, pues ante algún homenaje gastronómico seguro que se vería obligado a lidiar con su reconocido y popular esfuerzo y tesón.

El fiel escudero Daniel Guss, todavía mermado con la mano embutida en el guantelete de yeso y con la desesperación de tener en el establo a su rocín y no poder montarlo. Por contra la cara del animal era de alivio, bienestar e incluso descaro al ser consciente de que en un tiempo se libraría de soportar el sobrepeso del otro animalito. Aún así, y como bravo guerrero que es, se las ingenió para poder trotar con un potro más dócil y doméstico en el picadero de su rancho y de esta guisa mantener firmes y consistentes los glúteos y un tono físico al menos aceptable.
  
Hubo más ausencias igualmente comprensibles y que estuvieron en el pensamiento de la tropa, los cuales pueden estar tranquilos pues seguro que en próximos relatos verán reflejadas sus hazañas y aventuras. 

Trotando hacia el punto de quedada al Mariscal Gocha y al hidalgo Fer (ojo, que suenen las campanas porque por esta vez, y que sirva de precedente, sí fue puntual) se les unió el ilustre paladín y gran valedor de la causa David Al•Lado montando a su inseparable corcel Pegasus, el primer caballo que según la mitología griega llegó a convivir entre los dioses y al que Zeus nombró portador del rayo y del trueno.

De verdadero placer y regocijo les resultó la parada para saludar al genuino Sir Arthur King. Que más se puede comentar sobre él que no se haya dicho ya: puro, natural, auténtico... y sobretodo admirado y respetado por toda la Hueste de BttZaragoza.

Ya reunidos y a toque de corneta  iniciaron la partida con Lord Daniele comandando el séquito. El jinete de las mil batallas, el que tenía engañado al resto con su edad o el que selló un pacto de juventud eterna con dioses o tal vez con demonios porque su férreo galopar sobrepasaba lo meramente humano y terrenal.

Junto a él repetía cabalgada el letrado educador Luisja Vier quien aparcaba sus funciones académicas con las que culturizar a los infantes de la villa para, coleta albina al viento, enfrascarse en las lides y andanzas de los alazanes.

Sería imperdonable no mencionar al caballero inglés Lord Eduard Catalí. ¡¡¡Ayyyy Eduard, Eduard, Eduard!!! Camino del punto geodésico Pedregosa sufrió un percance con una de las herraduras de su caballo, la cual requería ser sustituida. Hasta ahí bien, a cualquiera le podía pasar. Pero cuando a las preguntas de: Tenazas? pujavante? escofina? ramplones? herradura de repuesto?... recibían la negativa por respuesta los semblantes se tornaban pálidos y acongojados y solo recobraban la sonrisa cuando el propio caballero inglés sembraba entre todos su peculiar humor británico. Por fortuna y con una buena dosis de maña y otra tanta de fuerza el Mariscal pudo solventar el infortunio y ya superada la angustia del mal trago reanudaron la correría.

Tampoco les vino mal semejante parón pues con ello y por decisión consensuada se libraron de la ascensión más penosa y exigente. Dieron buena cuenta de las viandas para posteriormente cumplir con el preceptivo posado grupal. El legendario berserker vikingo Mamolar se afanó durante la semana en tocar el piano, el arpa y el laúd con el honorable empeño de afilar sus rollizos dedos y así solventar el desliz de la ruta anterior. Y vaya que si lo consiguió pues la imagen en el lienzo quedó en esta ocasión perfectamente estampada.  

Camino de vuelta se dieron de bruces con un personaje totalmente desnudo, salido de la nada y caminando por el monte. Podía ser una víctima de bandoleros al que hubieran asaltado, un apasionado amante del sol o simplemente un provocador. Al no recibir ninguna petición de auxilio optaron por descartar el atraco así que aplicaron una de las leyes plasmadas en el manuscrito de su código de caballería: la estupidez y la provocación se batallan con la ignorancia y la indiferencia, por lo que pasaron de largo dejando al susodicho que aireara sus vergüenzas con libertad y alegría... o pena, porque lucir semejante cuerpo escombro cubriéndose el apéndice varonil tan solo con un retal más diminuto que el pañuelo de una dama de la nobleza no es para alardear ni presumir de figura escultural.

Ya por fin arribaron a la taberna del cantinero de cuna oriental. Lord Enrique, al que sus evidentes y más que constatadas fuerzas esta jornada le jugaron una mala pasada, recobró de forma casi milagrosa el aliento y su habitual y risueño semblante tan solo con la imagen de la jarra helada frente a él. Contra ese espumoso enemigo todos se envalentonaban por igual. Brindis, saludo al guerrillero Jorgini renqueante de una lesión y bien acompañado, despedida y cada cual a su choza.

Una más y seguían sumando.

“Mañana estaré triste, mañana.
Hoy no, hoy estoy alegre
y todos los días por más amargos que sean,
yo digo:
Mañana estaré triste, hoy no.”

(Poema encontrado en una pared del dormitorio de los niños del campo de Auschwitz)