viernes, 21 de octubre de 2022

 

21·10·2022

47. Si la Naturaleza te susurra al oído... escúchala.

“Nunca he visto a un árbol avergonzarse de sus ramas y flores,

nunca he visto a un águila escondiendo sus divinas alas,

nunca he visto a un pájaro sin cantarle a la mañana,

nunca he visto a un río estancarse ante una piedra,

nunca escondas tus sueños, lucha por ellos.”

 

 

Allí estaban, abuelo y nieto, guerrero y aspirante, maestro y discípulo, sabiduría y curiosidad, la placidez que dan los años frente al ardor juvenil, ambos sobre la cima más elevada que encontraron y desde donde la naturaleza se plasmaba ante ellos con todo su esplendor: ríos y afluentes, arboledas y mantos de flores, sotos y galachos pero también secarrales casi esteparios así como un variopinto repertorio de aves, mamíferos e insectos.

 

A sus pies Salduie, la ciudad íbera donde habitaban, con sus casas fabricadas con un zócalo de sillares de alabastro recrecidos en adobe, sus muros decorados con pinturas o simplemente enlucidos con cal y sus pavimentos de ceniza o gravilla apisonada, donde los más lujosos se mostraban con mosaicos de dibujos hechos de teselas embutidas en mortero. De entre todos los edificios resaltaban como joyas el Foro público y el mercado cubierto. Atrás quedaron las cabañas de los primeros asentamientos en la confluencia de los ríos Ebro y Huerva de la Edad de Bronce Final y las viviendas, ya de adobe, de la Primera Edad de Hierro. Porque desde esos tiempos inmemoriales el emplazamiento ya no paró de crecer.

 

Ellos, los sedetanos, conocieron la prosperidad, capaces incluso de acuñar su propia moneda, la cultura urbana y el desarrollo político, inducido por el contacto con las civilizaciones mediterráneas, griega y fenicia, y transmitida a lo largo del canal de comunicación que suponía el río Iberus antes de la llegada de los romanos.

 

Al contrario que sus vecinos los celtas y celtíberos hostiles a Roma como los titos, belos, lusones... ... que ofrecieron una resistencia larga y consistente a la ocupación romana, pues su vida se orientaba a exaltar el valor personal, el honor y la guerra, los antecesores de nuestros protagonistas colaboraron con ellos. Sus aristocracias fueron combatientes que lucharon en escuadrones de caballería como parte de los contingentes militares romanos y a los que se les erigían monumentos funerarios adornados con estelas en las que se representaban jinetes, caballos y lanzas.

 

Porque el caballo era parte de ellos, de su vida, de su muerte. Así continuó durante siglos, con los visigodos, la invasión musulmana, la Reconquista, el Medievo y sus Órdenes militares como la de los Alazanes, incluso en la actualidad, dando nombre a cierto grupo ciclista que rueda forjando su propia leyenda. Pero eso es otra historia.

 

El abuelo, en su lucha contra el tiempo, se negaba a que toda la sapiencia y conocimiento con el que le habían ilustrado y que se había transmitido de boca en boca durante generaciones se diluyera y quedara en el olvido y el ostracismo ante el empuje de las nuevas culturas. Por ello apuraba cualquier oportunidad o coyuntura para inculcar al inquieto mozalbete todo el saber que había heredado y con el que había pulido su carácter, cultivándose y actuando tan solo como un espectador privilegiado de cuanto le rodeaba, de cuanto le ofrecía la naturaleza, de cuanto le brindaba la tierra.

 

Divisaron en el horizonte y en las puertas de la ciudad como los valerosos jinetes montados en sus flamantes alazanes iniciaban una nueva correría hacia las Portilladas y los montes de Alfajarín donde siglos después sería edificado un Castillo que acabaría en manos de una noble familia y donde aún más tarde se alzaría una estatua para rendir culto al Toro y cuya visita era, y es, de obligado peregrinaje.

Verlos partir desencadenó un revoloteo en la mente avispada del zagal y un aluvión de preguntas que pondrían en jaque la serenidad, el temple e incluso la paciencia del abuelo.

 

- Abuelo... ¿Algún día yo también cabalgaré con el resto de los guerreros de la tribu?

- Por supuesto, pero tranquilo. Fíjate a tu alrededor: la naturaleza solo florece en primavera, hasta entonces las raíces se mantienen fuertes bajo tierra. A ti también te llegará tu primavera, pero has de tener paciencia. Todo florece cuando tiene que florecer, los árboles no fuerzan para que nazcan sus frutos, simplemente salen cuando toca.

 

- Si, ya, pero... ¿Cuándo estaré preparado? ¿Cuánto me falta aún?

- Todo tiene su tiempo y lleva sus pasos. ¿Has intentado alguna vez encender un fuego empezando con un tronco grueso? ¿A que no se puede? ¿Verdad que primero hay que ir poniendo ramita a ramita? Pues tu aprendizaje y entrenamiento ha de ser igual, ramita a ramita. ¿Tú crees que sin el adiestramiento necesario nuestros guerreros hubieran coronado las Planas por Vallobera con la facilidad con la que alcanzaron la cumbre la semana pasada?

 

- Es que cuando duermo me veo trotando con ellos y soy tan feliz...

- Pues entonces se fiel a tus sueños y al camino que te has marcado para alcanzarlos. Mira allí abajo. ¿Ves el río? Si no siguiera su llamado hacia el mar se convertiría en agua estancada. Pregunta a veteranos por el grandullón de sonrisa eterna, por su tesón, su fuerza de voluntad y la satisfacción que le da superar sus propios retos, miedos y desafíos. Tanto en aguas mansas como en rutas hacia la Presa de Pina o en otras más bravas como en el Alto del Campillo y por los Montes de Villamayor, nunca se estanca. Y como él hay otros tantos que ahora idolatramos por su ejemplaridad.  

 

- Ahora que has hablado de miedos... Lo de salir de casa la primera vez a recorrer nuevos caminos, hacia lo desconocido... buff, no sé...

- Me lo pones fácil. Observa aquel pajarillo, seguro que él también creía que su nido lo era todo hasta que abrió las alas, voló y descubrió inimaginables nuevos mundos. No tengas miedo a saltar del nido, peor es quedarse toda la vida enjaulado. Eres testigo de cómo cada semana nuevos jinetes han cabalgado con la hueste por primera vez. Arropados y al amparo del resto ahuyentaron sus temores galopando hacia Rodén Viejo, Toro de la Muela, o parque de Muel. Habla con ellos y seguro que disipas los tuyos.

 

- ¿Y si fallo o no estoy a su altura?

- Y seguro que te pasará, y en más de una ocasión. Pero... ¿Acaso has visto algún árbol perfecto, recto y erguido? Todos están torcidos y tienen ramas rotas como cicatrices tenemos los que ya hemos vivido lo nuestro. Pero cuando falles no pongas excusas y sigue luchando por tu sueño, como el árbol al que se le rompe una rama y no por ello se paraliza sino que sigue creciendo en su empeño de acariciar las nubes. Además... ¿Quién no ha tenido un mal día, ha pasado mala noche antes de cabalgar, ha tenido problemas con las herraduras de su corcel, no ha comido o bebido como debiera, o ha tocado suelo por desmontar de forma poco ortodoxa?

 

- Seguro que nada es tan fácil como lo cuentas

- Por supuesto que no, pero vuelve a mirar al río y aprende de él. Un día se cansó de tropezar con las piedras hasta que comprendió que si estaban allí era para que pudiera fluir por encima de ellas y desde entonces no pierde su tiempo en cada una que se le aparece sino que las abraza con ternura y las pule. Si aun así le impide el paso abre un nuevo camino y se aleja. Con los problemas que surjan en el tuyo no veas piedras sino puentes. En cualquier ruta, ya sea por los montes de Peñaflor como siguiendo el cauce del Jalón, pueden surgir piedras que entorpezcan la marcha, pero no por ello nuestros jinetes se han rendido, ni lo harán.

 

- Da gusto ver como salen a galopar juntos y como siempre vuelven así.

- Claro, son como las nutrias que habitan en el cauce del río. Cuando duermen se toman de la mano para que la corriente del agua no las separe. Así se aseguran que van a estar siempre en compañía. Ellos hacen igual, cabalgando en vanguardia o más rezagados nunca lo hacen solos.

 

- Pero durante la ruta no rivalizan entre ellos?

- ¿Tú crees que las flores compiten unas con otras? ¿No, verdad? Lo que hacen es esparcir y compartir sus propios aromas y fragancias para sumar en beneficio de todo el prado. Pues ellos hacen algo similar, sumar, sumar y sumar, aportando cada uno su propio perfume y esencia en favor de toda la hueste.

 

- ¿Y si alguno se siente fuerte y decide espolear a su alazán y marchar por delante?

- Alza la vista y observa aquella imponente águila entre las nubes. Ella no puede estar pendiente de si a los demás animales les gusta o no su vuelo. Si ha nacido para ser águila tiene que abrir sus celestiales alas y volar. No esperes verla feliz encerrada en una jaula. Pero sí te puedo asegurar que no se alejará mucho del nido y ante cualquier adversidad acudirá a él con premura. Y es más, aún sintiéndose poderosa no siempre mueve sus alas, también se deja llevar por el viento al igual que nuestros jinetes mas fornidos también cabalgan a menudo protegiendo al resto y no siempre a galope tendido hacia el lejano horizonte.

 

 - Es reconfortante verla volar así de libre y tan afortunada por ello...

- Sí, y volvemos al principio de nuestra conversación. Ahora la ves reinando como señora y ama del cielo pero no olvides que primero fue un polluelo que rompió el huevo y no dudó en saltar del nido, como en su día lo harás tú. Llegado ese momento también te sentirás dichoso y agraciado de compartir aventuras y desventuras con el resto de los guerreros de la tribu.

 

- Si fuera todo tan perfecto como lo pintas, sin conflictos ni desacuerdos...

- Y quien dice que no los hay, claro que sí. A lo largo de los tiempos han surgido discordias y desavenencias de toda índole, pero entonces es cuando hay que ponerse en el lugar de los caballos que montan. ¿Tú crees que si estos se enojaran con cada mosca que se acercara a molestarlos tendrían tiempo para cabalgar libres y salvajes por la tierra? Pues eso, solo hay que darle importancia a lo que realmente la tiene.

 

- Pero... ¿Si se da el caso en que el enfado va a más y de la confusión se llega a la desunión?

- Pues no sería ni la primera ni la última ocasión que esto sucedería. Entonces es cuando hay que emular a los arboles como los que tienes frente a ti. Estos, durante el crudo invierno sueltan las hojas sin aferrarse a ellas pues saben a ciencia cierta que una vez separadas de la rama ya no pueden regresar y aún así no tienen miedo a empezar de nuevo, sin enojarse con la tormenta que se las arrebató.

 

- Ya, pero las tormentas no benefician a nadie ¿verdad?

- Probablemente no aunque, tú que ya has vivido algunas, habrás comprobado como también de las nubes más negras nacen gotas de agua puras y cristalinas y si te fijas en el cielo en una noche cerrada verás como las estrellas brillan más cuanta más negrura las envuelve.

 

- Entonces para manejar con orden una tropa de guerreros como la nuestra hará falta un cabecilla con dientes afilados como los del lobo y el porte de un oso de las montañas ¿no?

- Raro se me hace que hagas esta pregunta pues bien conoces a nuestro adalid y guía. ¿Te parece que posee la envergadura y fortaleza de, por ejemplo, aquel que como cuenta la leyenda hizo llorar a una piedra al caer sentado sobre ella? ¿No, verdad? Pero, por el contrario, si que maneja con maestría otras armas y excelencias que suplen a esas con creces: la complicidad, confianza, el respeto y algunas más.

 

- ¿Tan importantes son esas virtudes?

- Esenciales diría yo, pues si fallas en una corres el riesgo de perder el resto y con ellas el carisma e incluso la lealtad de la milicia que hasta entonces se había mostrado fiel, adepta e incondicional.

Por eso nunca olvides que realmente grande es aquel que para brillar no necesita apagar la luz de los demás mientras que el frágil es aquel que necesita mostrarse continuamente en primera fila para creerse y hacer creer lo que ciertamente no es, aunque para ello tenga que pisotear las huellas y los caminos de los demás.  

 

- Y ahora que empieza a anochecer es hora de volver al calor del hogar, a nuestra ciudad, a la íbera Salduie, a este asentamiento centenario en el que ahora confrontan las nuevas doctrinas arribadas de tierras lejanas con las enseñanzas y el magisterio que nos brinda desinteresadamente y día a día la Madre Naturaleza. Espero que te hayas impregnado de ellas y al menos te haya hecho reflexionar. Con eso me doy por satisfecho. ¿Vamos?


- Vamos!!!

 

 

PD. Este texto rinde homenaje a quien un día decidió romper con todo lo que había sido su vida para retirarse en el corazón de las montañas de México junto a los indígenas Wirrarikas, en comunión con el silencio y la naturaleza y donde encontró gracias a ella la pasión de su existencia: la poesía.

 

Está escrito sin ánimo de señalar ni ofender a nadie, pero si aún así alguien lo lee con ojos nublados o pájaros negros en la cabeza y llega a sentirse de esa manera, desde aquí y públicamente le pido disculpas.

 

AU I ADEU