martes, 8 de junio de 2021

06·06·2021

23. Miradores del Parque Nacional de Ordesa

“Nunca te rindas,

a veces la última llave

es la que abre la puerta.”

Cuando todo confluye para que el destino sea halagüeño la fortuna le sonríe con certeza. Y bonanza, gozo y satisfacción es lo que nos deparó la ruta de este domingo por el Parque Nacional de Ordesa y sus impresionantes miradores.

Aceptaron el reto 17 osados entre invitados de lujo, como demostrarían posteriormente, y compañeros del Club. Algunos de ellos se entremezclaron sin apenas conocerse o habiendo coincidido en contadas ocasiones, pero en un día como este los nombres de los grupos quedan archivados y solo hay una piña: Btt Zaragoza.

Por fortuna la lozanía del más jovenzuelo elevaba la media de edad del resto porque el que ya no estaba calvo del todo como un servidor la naturaleza le pronosticaba un final similar. Los había con la frente ampliada por entradas prometedoras mientras otros contaban con una única salida de escaso pelo. Y el que aún podía presumir de melena al viento la portaba con orgullo pero adornada con matices y tonos blanquecinos. Eso sí, al contrario que con Sansón, el secreto de nuestra fortaleza no reside en el pelaje. Menos mal.

Lugar de quedada: el parking de Broto donde algún mosquito zumbón no dudó en vociferar a los cuatro vientos: “si Enrique no llega tarde, llega Fer, pero uno de los dos seguro”. Y claro, así fue y así se volvió a cumplir la sentencia y la reprochable costumbre. Aunque no fue del todo culpa mía de poco iba a servir tratar de excusarme esta vez así que apechugué con la ofensa con resignada naturalidad. Cría fama y... ... ...

Con las monturas prestas y dispuestas iniciamos la marcha en grupos perfectamente organizados. O igual no fue exactamente así, tengo lagunas mentales y secuelas por el mal de altura que debí padecer. De aperitivo y para ir calentando piernas, pulmones y corazón tuvimos que digerir un primer “puertecito” de una docena de kilómetros por buen asfalto y transitando entre el pulmón verde que nos rodeaba y nos insuflaba el oxígeno que buena falta nos haría más adelante.

Tras un reagrupamiento para dar cuenta de las primeras viandas y algunos para airear el ciruelillo afrontamos el descenso desde Fanlo con la intención de disfrutarlo al máximo. Como cambia la película cuando, con el fiel aliado de nuestro sobrepeso, nos dejamos caer a velocidades vertiginosas agradeciendo la inestimable colaboración de esos kilos forjados con tesón y constancia desde tiempos remotos y que por el contrario cuando la rueda delantera apunta al cielo cuestan tanto de arrastrar.

Poco dura la alegría en casa del pobre y lo que ascendiendo se prolonga hasta la eternidad cuesta abajo pasa en un suspiro. Prácticamente y sin tiempo de recuperar nos vimos en Nerín con la imagen del autobús coronando la primera cima. Para los noveles en esta lid aquello ya nos parecía una elevación destacable. Ignorante de mí, no tardaría mucho en darme cuenta que tan solo era una liviana gota de agua en ese mar de tierra y rocas que parecía no tener fin. Con los oídos receptivos acepté de buen grado los sabios consejos de los que ya habían realizado esta ruta, alguno de ellos incluso varias veces y por recorridos diferentes: “no apretes, ves a tu ritmo, ojo que queda mucho... ...”. Eso es digno de aplauso y agradecimiento. Lo de “reserva algo para el final” es otro cantar: ¿Reservar?¿reservar el qué?, pero si a media ascensión los pedales ya giraban solos, por propia inercia, al límite y bajo mínimos. No se puede reservar de donde no hay ni para gastar.

Si algo se aprende en este tipo de rutas es el papel fundamental que juega la cabeza y la mentalidad. Por eso cuando frente a mí observé a una chica en bici con vestimenta de paseo dominguero y a ritmo de Verano azul y que a pesar de esforzarme por alcanzarla la misión me resultaba imposible un negro nubarrón envolvió las escasas neuronas sanas que aún me quedan. Por fortuna para mi dignidad, aunque algo tarde, los compañeros me abrieron los ojos: su bicicleta era eléctrica!!! Por segunda vez, ignorante de mí.

La dureza y exigencia del camino fue dejando un rosario de héroes separados en pequeños grupetes o diseminados en solitario, con puntuales y breves reagrupamientos en recovecos donde comichear algo, estirar las piernas, aligerar lastre y tras cuatro palabras reiniciar la ascensión. La visión de las largas e interminables rampas se repetía una y otra vez, de las cuales esperábamos con delirio que la que se divisaba en el horizonte fuera la última pero al llegar a su final y girar, la escena se reiteraba y entre los ojos se clavaba otra similar. Para la tocada moral del novel esta situación no ayudaba mucho.

Mano de santo fue el agua que sudaba de entre las rocas formando un riachuelo y que tras refrescarme con ella se llevó buena parte de mis males. Hubo algún compañero que incluso llenó el botellín y a día de hoy no hemos recibido ningún parte médico por gastroenteritis, buena señal.

Por fin fuimos llegando al cruce del primer mirador, el más espectacular según comentaron después los que subieron por la senda hasta él. No todos, unos porque ya lo conocían de visitas anteriores, otros porque llegaron con molestias físicas o agotamiento y alguno porque solo con divisar la obligada caminata que le esperaba declinó la invitación. Por tercera vez, ignorante de mí. Y esta, imperdonable.

Mientras esperábamos sobre el manto verdoso que se postraba a nuestros pies para continuar la correría, y que bien lo hubieran deseado para sí Heidi y su abuelo, el frío montañés de los más de 2000 metros de altura nos aguijoneaba sin compasión ni piedad. Entre la paz y el sosiego del momento, pero castigado por la baja temperatura, surgió como una visión el recuerdo del jersey de ganchillo de la abuela con su bufanda, gorro y manoplas a juego así como los calzoncillos bien subidos muy por encima de la cintura para no coger frío en los riñones a costa de sellar herméticamente la rajadura de las posaderas. ¿A quien no se los han colocado así alguna vez?

Los otros miradores sí que contaron con la visita de toda la tropa. Necesitaría folios y folios para describir el regalo que me ofreció la naturaleza desde ahí. Cuanto pudiera contar parecería poco. Hay que ir, saborear el momento y deleitarse con el lugar. No hay más.

Cortos también quedaron los avisos sobre la dificultad del descenso hasta el río Ara. Doce kilómetros de camino roto, pedregoso, martirizante y torturador que te va martilleando constantemente a ritmo de redoble de tambor, anestesiando pies y manos y engarrotando los dedos fijos e insensibles en las manetas de freno. Frenos que también padecieron lo suyo y que alguno desprendía una fragancia peculiar a tostadora vieja o sartén chamuscada. Con prudencia y sin incidentes nos fuimos reuniendo sobre el puente con la melodía de fondo del río y las notas de su danza sobre la rocas.

Lo peor ya había pasado, o casi todo. Faltaba la puntilla, la emboscada final. Mala sombra quien ideó semejante repecho para salir a la carretera. O estaba aburrido, tenía pocas luces o la diseñó como bien le vino y pudo. Lo verdaderamente decepcionante fue no tener un móvil a mano y poder plasmar para regocijo posterior y hasta la eternidad la imagen de ese puñetero mosquito, que había empezado la jornada con burla hacia mi, subiendo el rampón... ... andando!!! Se libró, cagüen tot.

Y hasta Broto como balas. Tras acondicionar las bicicletas en los respectivos coches se dio una de las imágenes del día cuando, ofreciendo y compartiendo comida, unos de pie y otros sentados en el suelo formando corros, más que un grupo de adultos que acababan de realizar una ruta ciclera parecíamos un grupo de Boys Scouts al final de una acampada o excursión por el campo. Tan solo faltó la guitarra y las típicas canciones pegadizas.

Despedidas, abrazos imaginarios y choques de puños para finalizar una jornada brillante y genial.

Si ayer me dices de repetir la ruta lo hubiera dudado y mucho. Pero hoy en frío, descansado, repuesto, y con el frasco de alcohol de romero vacío te digo que por supuesto que sí. Pero hoy no... ... ... (Ahí os la dejo botando).

 “Fija tus ojos hacia delante

en lo que puedes hacer,

no hacia atrás

en lo que no puedes cambiar”

 Mi felicitación y reconocimiento a todos los compañeros que lograron hacer de este un día inolvidable y el agradecimiento especial a Paco, una vez más y de corazón, por sacar adelante y de forma impecable cuanto nos propone.

Mil gracias a todos por todo. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario