viernes, 12 de marzo de 2021

19·12·2020

 10. Para una Lágrima.


"Puedes salir, sin vergüenza ni temor
deslízate suave coronando la mejilla
no te lo pienses más y salta al vacío
únete a los tuyos y regad la tierra
para que la esperanza cubra el cielo."

Hoy no hay lugar para andanzas y aventuras, para jinetes y caballeros, para potros y corceles, para juglares y trovadores, para castillos y monasterios, para fantasías y tinteros. Como comenté con David (gana mucho sin peluca y duele menos a la vista) algo ya rondaba entre las escasas neuronas de mi maltrecho cerebro para dar forma a un nuevo capítulo del relato del conjuro. Tan solo faltaban los detalles que seguro la ruta me iría ofreciendo. Pero hoy no era el día.

Podría guardar en la memoria para utilizar más tarde en el relato las risas y bromas en el Azud con los disfraces y adornos navideños, el atormentador y martirizante frío que se cebaba con nosotros un día más, la persistente niebla que traspasaba las vestimentas y envolvía con su humedad los cuerpos y que recreaba un ambiente similar al del Londres victoriano de las historias de crímenes y misterios, la ascensión al Toro de Alfajarín entre el espeso manto de la bruma como si de los páramos de las tierras altas escocesas se tratara dejando a la izquierda las ruinas del castillo musulmán con su aspecto sombrío y siniestro, el reencuentro con el primer grupo en el parque de la Pasarela del Bicentenario, breve pero como siempre gratificante y jubiloso, la vuelta acelerada con Jose imponiendo un ritmo asfixiante con atajo incluido, y por último la sentada en la terraza de la Barca con las consabidas cervezas y algo de picar, pero no lo haré. Hoy no era el día ni hay lugar para ello.

Porque hoy no soy el hidalgo Fernán, ni firmo mis rimas como D´Onanffer, ni soy el humilde escribiente de estos relatos. Hoy tan solo soy Fer y tú el cuarzo transparente y salado que brota de mi ojo, mi lágrima. Esa que se gestó mientras en soledad me despojaba de las prendas del disfraz y de los adornos navideños. Esa que cobró su libertad cuando me invadió la nostalgia, la añoranza y la melancolía al ser consciente que por primera vez no iba a disfrutar de la compañía de mis padres e hijos en Navidad. Ya son meses, muchos meses, más de medio año, que la distancia y los muros fronterizos imaginarios entre comunidades nos mantienen alejados y sin posibilidad de aunar besos, caricias y abrazos. Siempre crece de valor aquello que se ha perdido.

Tú huye, emancipada y redimida, que yo quedo con la persona a la que el destino tuvo a bien cruzar en mi camino; a mi mujer, pareja, amiga, consejera y confesora. La que desde hace ya una década y cada día sin falta me saca una sonrisa. Y como no, con mi nueva familia, los que desinteresadamente me acogieron un sábado de Febrero con generosidad, simpatía, hospitalidad, cordialidad, sencillez, bondad y un encanto especial que ya sabéis lo que repito hasta la saciedad: cala y cala muy hondo. Por ello siempre estaré agradecido y obligado a corresponder de la mejor forma que me sea posible.

Y con la música de un clásico como el Rock&Ríos y su versión del Himno de la Alegría me despido hasta la próxima.



No hay comentarios:

Publicar un comentario