Hoy tan solo soy Fer y tú el cuarzo transparente y salado que brota de mi ojo, mi lágrima. Esa que se gestó mientras en soledad me despojaba de las prendas del disfraz y de los adornos navideños. Esa que cobró su libertad cuando me invadió la nostalgia, la añoranza y la melancolía al ser consciente que por primera vez no iba a disfrutar de la compañía de mis padres e hijos en Navidad. Ya son meses, muchos meses, más de medio año, que la distancia y los muros fronterizos imaginarios entre comunidades nos mantienen alejados y sin posibilidad de aunar besos, caricias y abrazos. Siempre crece de valor aquello que se ha perdido.
Tú huye, emancipada y redimida, que yo quedo con la persona a la que el destino
tuvo a bien cruzar en mi camino; a mi mujer, pareja, amiga, consejera y
confesora. La que desde hace ya una década y cada día sin falta me saca una
sonrisa.
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