6·12·2020
11. Desembocadura del río Jalón
“Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi Señor”
(Bertrand
Duguesclin, militar francés, s. XIV)
Y por eso y
ya que Paco ha pedido cortésmente que escribamos sobre la ruta de hoy vamos a
complacerle como buenamente podamos.
Con el sol haciendo
amagos de despertar y las nieblas propias de esta época del año en paradero
desconocido nos reunimos sin mucho madrugar y con la puntualidad inglesa ¿de
todos? en la pasarela del Voluntariado. Esta vez el número de participantes era
de récord al superar la veintena. Comentan las malas lenguas, la mía la
primera, que en el último mes Paco engorda medio kilo por semana al contemplar
envuelto en un aura de satisfacción que deslumbra como va creciendo la cantidad
de rodadores que recluta.
Aparte de las
clásicas bromas y de administrarle píldoras de su propio veneno él es sabedor y
consciente de que respetamos, aplaudimos y alabamos su labor al frente del
grupo. Es una suerte para todos contar con líderes como él y como José H. en el
Ritmo por su dedicación, preparación y cuidado hasta el último detalle de todo
y de todos. Imperdonable sería que no mencionara a sus espléndidos
lugartenientes Enrique y Armando que, aunque a veces pasa desapercibida como
una sombra, su labor es de gran valía y constantemente anteponen el bienestar
nuestro a su disfrute personal de la ruta. Bravo también por ellos.
Tras los
pertinentes saludos llegó el momento de iniciar la salida en dos grupos: los
“colorines” con noveles, novatos y algún
ilustre veterano siguiendo la estela de Paco y tras Enrique los “uniformados”
con Principiantes y Ritmeros entremezclados. Da gusto vernos rodar hermanados,
en completa comunión y plena complicidad. Como tiene que ser.
La ruta, si
bien conocida por la mayoría no por ello pierde el encanto, el disfrute y la
diversión que regalan las sendas y el
paso por los galachos, sotos y ... Diossssss!!! ya no recuerdo lo otro. Toca
aplicarse esta semana o suspenderé el examen final de la temporada. Que suerte
la de los “colorines” que con lapicero y libreta en mano tomaban apuntes de las
notas culturales de Paco.
Así, con
tranquilidad y mejor tiempo del esperado, se rodaba placenteramente hasta que
llegó el tiempo de las caídas. Tan “sólo” fueron cuatro pero no se me asusten
pues todas ellas en principio sin consecuencias. La primera, de Manolo a quien
una gruesa rama, rendida a su encanto, le quiso dar un abrazo amoroso
volteándolo y haciéndole besar el suelo. Frustrada a su veloz paso parecía
decir: si este mozo no es para mí, no es
para nadie. La segunda caída, la de Ana, por un problema en el cambio trasero
en plena cuesta que la dejó clavada hasta que la tierra la atrajo hacia sí. Por
suerte la madre naturaleza es sabia y dispuso un manto acolchado de hojas
húmedas que amortiguaron el golpe. La tercera le tocó el turno a Alfredo, quien
casi en parado y en un despiste de los que todos hemos sufrido alguna vez cayó
hacia el costado derecho. ¿Tanta importancia tiene especificar el lado? Pues sí
como ya se verá. Una vez puesto en pie con nuestra ayuda Armando tuvo la genial
idea de avisar que se rifaba la cuarta caída y Alfredo a punto de reiniciar la
marcha quiso tener el privilegio de ser el afortunado por lo que volvió a caer
pero esta vez hacia el costado izquierdo y sobre unos zarzales. Una cosita te tengo
que decir Armando: sabes que te he cogido un gran aprecio y que te lo digo de
corazón pero por favor ... no vuelvas a rifar nada!!! Por fortuna no hubo
lesión de ningún tipo e incluso Alfredo con su simpatía natural fue el primero
en bromear con la anécdota de su doble caída. Grande.
Antes del
destino hubo tiempo para una habitual parada porque como es bien sabido por
todos: “la vejiga española nunca se vacía sola”. El dicho no es exactamente así
pero no quiero parecer vulgar, mi reconocida timidez no me lo permite. (Tan
solo tienen que sustituir vejiga por pilila y “se vacía” por mea y ya está).
Ahora ya sí,
aliviados, habiendo soltado lastre, con el sol esforzándose en calentar y con
el cierzo respetándonos, llegamos a la desembocadura del río Jalón donde nos
reunimos todos para comichear, comentar el desarrollo de la ruta, hacer las
fotos de obligada tradición y reanudar la marcha.
De vuelta y
por extraños motivos, a quien cree que por la picadura de algún maligno insecto
y quien piensa que a consecuencia de inhalar algún polen tóxico de los campos
labrados, el caso es que surgieron unos piques retadores entre algunos de
nosotros de los de aquí te pillo, aquí te adelanto, aquí miro hacia atrás a ver
si entras al trapo, ponte a rueda y vamos a por él, si atacas no pares ... ...
siendo el más curioso el del hombre contra la máquina, el de Manolo contra la
eléctrica de Alfredo. Lo dejaremos en empate técnico para evitar dudas y
enfados. Aquí tengo que alabar la fortaleza y modestia del hombre enamorado de la
rama que reconoció que había levantado el pie cuando se dio cuenta que quien
iba a su par no éramos uno de nosotros. Otro grande.
Resultó
desesperanzador comprobar cómo conforme nos acercábamos al ritual de la cerveza
íbamos perdiendo efectivos por el camino quedando al final menos de la mitad
para buscar terraza. Y la encontramos, ya lo creo. Terraza sí, mesas libres
también, pero la dotación de la cristalería digamos que algo escasa: ¡¡¡solo
cinco jarras para toda la clientela!!! Menos mal que semejante fiasco se palió
con creces con los huevos rebozados y langostino que nos metimos entre pecho y
espalda gentileza del fondo común de Principiantes. Mil gracias por el detalle.
Disfrutábamos de una agradable tertulia, sobre todo para mí como siempre que se
habla de mi tierra, pero como el frío
helaba ya hasta los huesos no hubo tiempo para nada más que para pedalear de
vuelta y despedida tras despedida llegar cada mochuelo a su olivo.
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