lunes, 15 de marzo de 2021

6·12·2020

11. Desembocadura del río Jalón

“Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi Señor”

(Bertrand Duguesclin, militar francés, s. XIV)

Y por eso y ya que Paco ha pedido cortésmente que escribamos sobre la ruta de hoy vamos a complacerle como buenamente podamos.

Con el sol haciendo amagos de despertar y las nieblas propias de esta época del año en paradero desconocido nos reunimos sin mucho madrugar y con la puntualidad inglesa ¿de todos? en la pasarela del Voluntariado. Esta vez el número de participantes era de récord al superar la veintena. Comentan las malas lenguas, la mía la primera, que en el último mes Paco engorda medio kilo por semana al contemplar envuelto en un aura de satisfacción que deslumbra como va creciendo la cantidad de rodadores que recluta.

Aparte de las clásicas bromas y de administrarle píldoras de su propio veneno él es sabedor y consciente de que respetamos, aplaudimos y alabamos su labor al frente del grupo. Es una suerte para todos contar con líderes como él y como José H. en el Ritmo por su dedicación, preparación y cuidado hasta el último detalle de todo y de todos. Imperdonable sería que no mencionara a sus espléndidos lugartenientes Enrique y Armando que, aunque a veces pasa desapercibida como una sombra, su labor es de gran valía y constantemente anteponen el bienestar nuestro a su disfrute personal de la ruta. Bravo también por ellos.

Tras los pertinentes saludos llegó el momento de iniciar la salida en dos grupos: los “colorines”  con noveles, novatos y algún ilustre veterano siguiendo la estela de Paco y tras Enrique los “uniformados” con Principiantes y Ritmeros entremezclados. Da gusto vernos rodar hermanados, en completa comunión y plena complicidad. Como tiene que ser.

La ruta, si bien conocida por la mayoría no por ello pierde el encanto, el disfrute y la diversión que regalan las sendas  y el paso por los galachos, sotos y ... Diossssss!!! ya no recuerdo lo otro. Toca aplicarse esta semana o suspenderé el examen final de la temporada. Que suerte la de los “colorines” que con lapicero y libreta en mano tomaban apuntes de las notas culturales de Paco.

Así, con tranquilidad y mejor tiempo del esperado, se rodaba placenteramente hasta que llegó el tiempo de las caídas. Tan “sólo” fueron cuatro pero no se me asusten pues todas ellas en principio sin consecuencias. La primera, de Manolo a quien una gruesa rama, rendida a su encanto, le quiso dar un abrazo amoroso volteándolo y haciéndole besar el suelo. Frustrada a su veloz paso parecía decir: si este  mozo no es para mí, no es para nadie. La segunda caída, la de Ana, por un problema en el cambio trasero en plena cuesta que la dejó clavada hasta que la tierra la atrajo hacia sí. Por suerte la madre naturaleza es sabia y dispuso un manto acolchado de hojas húmedas que amortiguaron el golpe. La tercera le tocó el turno a Alfredo, quien casi en parado y en un despiste de los que todos hemos sufrido alguna vez cayó hacia el costado derecho. ¿Tanta importancia tiene especificar el lado? Pues sí como ya se verá. Una vez puesto en pie con nuestra ayuda Armando tuvo la genial idea de avisar que se rifaba la cuarta caída y Alfredo a punto de reiniciar la marcha quiso tener el privilegio de ser el afortunado por lo que volvió a caer pero esta vez hacia el costado izquierdo y sobre unos zarzales. Una cosita te tengo que decir Armando: sabes que te he cogido un gran aprecio y que te lo digo de corazón pero por favor ... no vuelvas a rifar nada!!! Por fortuna no hubo lesión de ningún tipo e incluso Alfredo con su simpatía natural fue el primero en bromear con la anécdota de su doble caída. Grande.

Antes del destino hubo tiempo para una habitual parada porque como es bien sabido por todos: “la vejiga española nunca se vacía sola”. El dicho no es exactamente así pero no quiero parecer vulgar, mi reconocida timidez no me lo permite. (Tan solo tienen que sustituir vejiga por pilila y “se vacía” por mea y ya está).

Ahora ya sí, aliviados, habiendo soltado lastre, con el sol esforzándose en calentar y con el cierzo respetándonos, llegamos a la desembocadura del río Jalón donde nos reunimos todos para comichear, comentar el desarrollo de la ruta, hacer las fotos de obligada tradición y reanudar la marcha.

De vuelta y por extraños motivos, a quien cree que por la picadura de algún maligno insecto y quien piensa que a consecuencia de inhalar algún polen tóxico de los campos labrados, el caso es que surgieron unos piques retadores entre algunos de nosotros de los de aquí te pillo, aquí te adelanto, aquí miro hacia atrás a ver si entras al trapo, ponte a rueda y vamos a por él, si atacas no pares ... ... siendo el más curioso el del hombre contra la máquina, el de Manolo contra la eléctrica de Alfredo. Lo dejaremos en empate técnico para evitar dudas y enfados. Aquí tengo que alabar la fortaleza y modestia del hombre enamorado de la rama que reconoció que había levantado el pie cuando se dio cuenta que quien iba a su par no éramos uno de nosotros. Otro grande.

Resultó desesperanzador comprobar cómo conforme nos acercábamos al ritual de la cerveza íbamos perdiendo efectivos por el camino quedando al final menos de la mitad para buscar terraza. Y la encontramos, ya lo creo. Terraza sí, mesas libres también, pero la dotación de la cristalería digamos que algo escasa: ¡¡¡solo cinco jarras para toda la clientela!!! Menos mal que semejante fiasco se palió con creces con los huevos rebozados y langostino que nos metimos entre pecho y espalda gentileza del fondo común de Principiantes. Mil gracias por el detalle. Disfrutábamos de una agradable tertulia, sobre todo para mí como siempre que se habla de mi tierra,  pero como el frío helaba ya hasta los huesos no hubo tiempo para nada más que para pedalear de vuelta y despedida tras despedida llegar cada mochuelo a su olivo.


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