06.
14·11·2020
Alto del Campillo -
Vedado de Peñaflor
Tras amarrar la riendas de su corcel a la
baranda y sacudirse el polvo entró en la fonda dirigiendo sus pasos a la barra:
- Tabernero!!! Una jarra de cerveza copiosa y
fría pues el camino ha sido largo y fatigoso.
- Presto mi señor, de tan lejos venís?? Y si
tiene a bien contestar: que os trae por estos lares??
- Soy portador de un mensaje para un valeroso
caballero tan diestro a caballo como con la pluma y el tintero.
- Seria abusar de su confianza preguntar el
contenido de tal mensaje??
- Sencillo es: sus compañeros de caminos
precisamos de sus crónicas pues no hay escribiente igual ni nadie que le haga
sombra a la hora de narrar las andanzas, aventuras y desventuras de nuestra
hueste y que con su personal estilo se ha granjeado el cariño y la devoción de
todos nosotros por lo que no nos conformamos tan solo con su presencia en las
cabalgadas si no que deseamos, y en nombre de todos así lo afirmo, que nos
deleite de nuevo con su talento.
- Y cuáles fueron los motivos para guardar por
un tiempo tanto ingenio??
- Ya no vienen al caso pues unos con palabras se
solucionan y los que no, con el tiempo. Más lo realmente necesario es que torne
a brindarnos con lo que nos tenía tan bien acostumbrados.
- Quisiera vuestra merced que le diera recado
alguno si tuviera a bien entrar en esta humilde taberna??
- Tan solo dígale: "Todo lo que ilumina
debe permanecer ardiendo". A fé mía que lo entenderá.
- Así lo haré mi señor, pero de la ruta de hoy
no ha despachado palabra.
- Quizás en una segunda parte le pueda relatar
algún detalle.
Capítulo
- 2
- Tabernero, como os prometí paso a narrarle lo
acontecido en esta expedición.
- Pues tenga mi señor otra jarra de cerveza como
forma de pago por su relato.
- Primero quisiera comentarle que viajamos sin
almirante pues nuestro Líder quedó esta vez en tierra, según unos por
obligaciones familiares, según otros por cumplir castigo y condena de vaya
usted a saber qué fechoría y según los más aventurados por ser víctima de un
secuestro y no poder pagar rescate al estar nuestras arcas vacías de plata.
Para acallar las voces que pudieran tildarnos de
desaliñados y andrajosos el Alférez de intendencia de estilizada figura, total
compromiso con la causa y de nombre Luy S´Ethé tuvo a bien negociar con
artesanos y mercaderes de otras aldeas y proveernos por unas pocas monedas de
unas casacas tejidas con los colores de nuestro estandarte, de gran calidad y
protección más que suficiente para hacer frente a las inclemencias del tiempo.
Bravo por él.
Así zarpamos del puerto rumbo al archipiélago
del Vedado de Peñaflor, estrenando vestimenta, de forma sigilosa, casi
clandestina al amparo de la espesa bruma y embarcados en tres navíos pues por
el motivo bien conocido resultaba imposible fletar un galeón en el que poder
navegar todos juntos.
En esta ocasión tuve el honor de ser acompañado
por tripulantes de gran destreza y valía como el oficial de cubierta Daniel
Father George, el único jinete de la hueste que puede presumir de haber seguido
los pasos del Cid recorriendo con su montura todo el camino de este afamado
héroe. El contramaestre Vincent de Loscos de la comarca del Jiloca, rudo
montañés que al igual que los almogávares jamás huye de una refriega y se lanza
a pecho descubierto y sin temor alguno hacia cualquier batalla que se presente.
El sobrecargo Henry Queth Farias, un todo terreno de postín y fortaleza capaz
de guiar, orientar y atender a todos de forma tan eficiente que porta a mucha
honra el apelativo de Lord Protector. Y como no, el piloto timonel Danny T.T.
Brother, fiel confesor y consejero quien siempre con el buen fin de alentar y
espolear al resto porta la sinceridad por bandera aún siendo consciente que en
ocasiones ésta pueda rejonear y quien en los inicios de la ruta sufrió en sus
piernas la ira del mar pero que con su coraje y vigor fue de menos a más.
No nos sorprendieron las aguas bravas por las
que navegábamos pues ya eran conocidas por la mayoría de nosotros. Superamos
con ahínco y esfuerzo las continuas olas de gran alzada, recuperando aire y
energía cuando la proa dejaba de apuntar al cielo. Tanto sacrificio y forcejeo
mermaba la frescura de nuestras fuerzas pero no así la garra y el ánimo.
Y... oh!!! misterios de la mar: Todavía no hay
marinero que logre entender si fueron engañados por cantos de sirena o guiados
por vientos desconocidos pero se dio el enigmático lance de que el primer navío
que partió del puerto surgió por sorpresa a popa del tercero, el tercero por
delante del primero y el segundo fue el primero en arribar al destino. “Rara
casu” teniendo en cuenta que debíamos guiarnos con brújula, sextante y compás
por la misma carta de navegación.
A la vista y frente a nosotros avistábamos la
imponente isla del Alto del Campillo y sin más dilación fondeamos las fragatas
en su playa para acometer la parte más dura de la misión: el ascenso al mirador
y punto geodésico. Con firmeza, tesón, paciencia y cada cual a su ritmo
coronamos la cumbre donde nos esperaban unos aldeanos practicantes de
senderismo quienes, bota en mano, gentilmente nos ofrecieron un reconstituyente
sorbo de vino con el que remojar el plátano y los frutos secos que pretendíamos
engullir en ese momento.
Fundidas en una las tres tripulaciones y tras la
pertinente charla, danza y retrato en lienzo volvimos a embarcar para una vez
desplegadas las velas de mesana, mayor y trinquete iniciar con viento a favor
el regreso al puerto sin más contratiempo que algún solitario oleaje sobre el
que bailamos gozosos.
Desembarcamos con júbilo ante la cercanía del
hogar y a trote sobre nuestros corceles nos dirigimos al final del trayecto que
como no podía ser de otra manera para esta ocasión fue la taberna de nombre que
hoy nos viene al pelo: “La Barca”, donde dimos buena cuenta de las cervezas de
rigor.
Así aconteció, así se lo he contado y en apurar
la jarra que me ha ofrecido parto de nuevo a proseguir mi camino.
Poco tiempo después el tabernero recibió una
misiva del hidalgo Fernán:
“Estimado tabernero, sirva la presente para
agradecerle de corazón que transmitiera nuestro mensaje al caballero perdido ya
que le pongo en conocimiento que gracias a vos nuestro apreciado escribiente ha
desempolvado los pergaminos y de nuevo ha plasmado sobre ellos nuestras andanzas
como tanto deseábamos.”
Para que quede constancia y a disposición de
vuestras mercedes lo archivo junto a retratos, música y demás manuscritos
en este baúl.
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