lunes, 24 de mayo de 2021

15·05·2021

20. Alazanes: raíz y brotes verdes.

“Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida.

  Detrás de cada logro, hay otro desafío"

 (Madre Teresa de Calcuta)

Un nuevo amanecer para una nueva andadura.

Porque así lo dispuso el destino, las tierras colindantes a la antigua Caesaraugusta iban a ser testigos de las correrías de una novedosa caballada de alazanes, equinos caracterizados por la tonalidad rojiza de su pelaje y con la que anhelaban tributar homenaje a la Hueste de caballería “BttZaragoza” a la cual pertenecían y cuyo color principal del estandarte y del atuendo era similar o al menos un tanto parejo.

Ya llevaban un par de semanas cabalgando por libre, con quedadas improvisadas y rutas sin planificar al detalle, sin trabas ni cortapisas. Pequeñas incursiones los jueves al atardecer y cabalgadas más distanciadas los sábados hasta que una vez forjado el grueso de la mesnada y por consenso decidieron airear la primicia y pregonar el alumbramiento del nuevo brote aflorado en el tronco del árbol común.

En la primera ruta transitaron por los montes de Villamayor, Alfajarín, subida al Toro (o casi) y ya dirección a Pastriz sufrieron la ira del enemigo más aborrecido y despreciable de estos lares, el cierzo, quien los abofeteada vilmente de frente con la ilusa esperanza de retardar al máximo su tradicional comparecencia en la taberna. Todo quedó ahí, en una estéril tentativa pues a estos bravos jinetes no hay quien los frene cuando olfatean el inconfundible aroma de la cerveza servida en jarra gélida.

Una semana después una docena de alazanes encaminaron su galope hacia San Juan de Mozarrifar y Cueva de Colandrea con un puntual despiste en la lectura de mapa y brújula y una menos sorprendente emboscada en el terreno inexplorado (no me lo puedo creer...). Aunque lo peor llegaría tras el baile como ofrenda prometida a los dioses y ya de camino de vuelta con la caída del fiel escudero Dani con quien el infortunio se cebó mezquinamente después de estar toda la ruta en la zaga guardando las espaldas y amparando al resto de la tropa. Semejante batacazo tan solo se saldó con la fractura de un dedo pero fue suficiente para truncar los ánimos de una jornada que hasta ese momento discurría sencillamente genial.

Ahí estuvo resolutiva una vez más la gran Capitana enviando una paloma mensajera a su paladín más querido, el cual con la celeridad y presteza del mítico caballo alado Pegasus acudió con su carruaje al socorro y rescate del herido. Es un portento y pronto volverá a trotar junto a los jinetes que ya gimotean su ausencia..

Y llegó el día. Con el beneplácito y aprobación del alto estamento y la nobleza que rigen los designios de la Hueste corrieron la voz y publicaron en los diversos tablones el bando que proclamaba la primera ruta oficial de los Alazanes. Un hormigueo de ilusión callejeaba por las entrañas de más de uno de los 16 jinetes que para este evento habían confirmado su asistencia. Caballeros veteranos, junto a otros no tanto y ciertas caras nuevas. Pero eso sí con ausencias de guerreros de renombre por diferentes causas: viajes, celebraciones, secuelas de caídas y enfermedades comunes. Desde establos dispares repartidos por toda la villa acudieron a la Fuente de La Junquera, lugar emblemático y habitual de quedada, con las cinchas, arreos, correas, estribos y herraduras en perfecto estado de revisión así como con las sillas, mantillas, espuelas, polainas y demás equipamientos escrupulosamente pulcros y lustrosos como bien se merecía la ocasión.

La ruta corta y divertida como así había hecho saber y pronosticado el Maestro Pascual. Los caminos y sus dificultades se encargaron de dividir el escuadrón en pelotones definidos y en formación escalonada pero que, como mandan las leyes de caballería no escritas, se reagrupaban en los puntos señalados, cuando no estaban a la vista unos de otros o la distancia entre ellos se dilataba más de lo deseado. Con prontitud y pasados los Vales de Cadrete comenzó el terreno ascendente, sin excesivo desnivel pero que unido a los tramos de sube y baja iban mermando las fuerzas en un continuado desgaste hasta llegar a los pies de la cuesta más pronunciada. Ahí sí que sí, picando espuela, apretando estribos, amarrando trinchas y triando la trayectoria menos áspera, abrupta y pedregosa conquistaron la cumbre para desde allí deleitarse con la preciosa estampa que les ofrecía la naturaleza desde la Plana de Lobaco.

La vuelta vertiginosa como buenos potros desbocados, pero eso sí, con conocimiento y responsabilidad. Si algo caracteriza el carácter del caballo alazán es su gran valentía, elevada energía, privilegiada inteligencia y su comportamiento equilibrado y amigable. Es por todo ello por lo que se crea un vínculo de confianza mutua con sus cuidadores y caballistas formando binomios en perfecta sintonía. Todo este nexo y simbiosis entre montura y jinete, corcel y caballero, quedó patente y de manifiesto durante la cabalgada. Porque así debía ser y así fue.

Ni que decir donde finalizó la jornada verdad?. Pues sí, en la terraza, jarra en mano y brindando por todo y por todos a la voz de:

“Volvemos de una pieza,

con dignidad y entereza.

Bici sin cerveza,

no me entra en la cabeza”


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